martes, 19 de agosto de 2014

¨La niña de papá¨

Buscando y buscando encontré esta melodía, 
es lo mas similar al fondo que imaginé en el momento que escribí este texto.  
¡Espero sea del aprecio de aquel que lo escuche mientras lee mi texto!



La niña de papá

Si algún día puedo volver a sonreírle a ese ser que fríamente me mira desde el espejo, ese reflejo del yo, que yo no soy, no quiero ser, ni desearía serlo si tuviese la opción, si tan solo por unos segundos le pudiera sonreír, sabría que nada de lo que he vivido fue en vano, que cada momento alimentó algo en mi, para tan solo sonreírle un solo segundo, ¡Un solo segundo, al menos! Uno de estos días, mirare ese espejo para sonreírle y al verme lo sabré. Pero hasta entonces, puedo esperar que lo que resta de mi, se convierta de lo que es, a lo que dejara de ser en ese momento, para ser algo y ya nada mas que un asqueroso algo que se pudre con el tiempo. Hasta entonces… ¡Quizás! ¿Quien sabe? ¿Cuánto mas? ¿Cuánto mas hasta entonces? ¡Solo en ese momento, tendré la respuesta!

En las noches en que las estrellas han caído para anunciar su final, mis pensamientos fallan. Alguien más puede pensar en el destino de esas estrellas, pero ¿Qué importa el destino? ¡Si nadie nos puede contar aquello que después de los límites se avecina! Mis pensamientos se van, deliran y comienzan a imaginar las infinitas posibilidades, veo de donde vino y como llego hasta ese preciso punto en el cielo, en el cual las llego a ver despedirse. ¿Qué es esto? … ¡Miedo! ¡Quizás algo mas latente aun! Sospecho que esa melodía que en mi cabeza se repite en un sin fin, es la causante de tanto delirio, ¿Pero que culpa tienen esas teclas de marfil? Si ellos solo son pulsadores de la armonía que suena al ritmo de un paso lento y borracho, que por momentos tienta a tropezar, pero a paso rápido se recupera, para andar una vez más, lento y más lento, para poder mantener ese ritmo, pero lo curioso es la imagen que mis delirios traen. El borracho tan solo va caminando, a paso lento y seguro, el viento empuja y sus trapos de gabardina junto a sus largos pelos grises, se van por delante de el, tentándolo a la carrera, ese paso se acelera, él, a paso rápido vuelve a recaerse contra una pared, pero sin detener su paso, sigue caminando, se empuja y vuelve a la carrera ¡Su camino sigue! ¿Y quién sabe cuánto más? Sin detenerse, busca refugio del viento, respira, no analiza y sigue, no se quiere detener y nada lo detiene, el borracho, tan solo camina, se tropieza, toma carrera y vuelve a ajustar el paso, sin saber a donde va, pero decidido a llegar ¡Algún día será! ¡Amena, hermosa y ebria melodía aquella!
Sin siquiera saberlo, ya han sido tantos los años los que he vivido, no se si me faltan muchos o me faltan pocos, quizás he vivido menos de los que creo y viviré muchos más, quizás e vivido muchos y he aprovechado pocos. Quizás y solo quizás, he vivido tantas vidas, que de tanto vivir, poco vivo, pero solo quizás sea así, después de todo ¿Qué sentido tiene?

Esa melodía no desaparecerá jamás, mis dedos quieren bailar al compás, pero no están medidos los tiempos, por momentos explotan los silencios que rellenan las partituras y aparecen las notas, queriendo burlarse rápidamente de mi, pero luego me tienta a seguirle el paso, para retomar carrera, dejándome por detrás. Si tan solo tuviese una vida entera, para sencillamente sentarme en el taburete, remangarme y frente a mi, observar cada una de las teclas, catando con mis oídos la nota de cada una de ellas, para ir poco a poco, descifrando esa melodía que recorre mis mas profundos y ya inalcanzables recovecos en los que guardo los centésimos de pasión, que ésta misma, hace sobrevivir en sus penumbras.
Una y otra vez, no se detiene, no tiene pausa, sigue y seguirá sonando, en el pasar de los años, ella sigue su ritmo, tomando por incomprensible el sentido de la vejez, dejando mi deteriorado ser, muy por detrás.

Querida hija mía, amada e única hija mía, por más que quizá ya no me recuerdes, te conmemoro como el tesoro que eres, hoy que es el día en que partiré junto a las estrellas que alguna vez en mi vida observé, desearía poder dejarte algún consejo, algo que te diga que debes valorar hasta el último segundo de tu vida, o que debes cumplir cada uno de tus cometidos, sin embargo de mi vida no hice nada como para comprender el sentido de todas esas palabras. Ojala vida mía, tu vida sea aquello que deseas, y alcances lo que tu anhelas, no hay cosa mas importante para cada uno, que lo que solo uno mismo sabe querer más que a nada. Nadie ni nada, puede ser más querido que lo que tu mente misma resguarda con mucho cuidado, para ti, no mas que únicamente para ti. Recuerda que te amo y no olvides que no hay nada, que no habría hecho por ti si hubiese podido, algunas veces pienso en cual habría sido la última vez que te vi, o en porque no fui a visitarte más seguido, pero ¿De que vale? No puedo volver el tiempo atrás y mis palabras, son solo eso, palabras.

Nunca olvidaré que fui tu protector en tus cuentos de hadas, cuando niña. Nunca despreciare, los momentos en los que fui el dragón vigilando tu habitación, castigos que decías disfrutar, por tanto que los aborrecieras. Nunca dejaré alejar a esa niña que me abrazaba fuertemente y lloraba porque no me fuese nunca más, en esos días de fines de semana, en los cuales, tu amor a mí, te hacían olvidar de tu madre. ¡Que sin odiarla, tan solo la olvidabas!

Nunca quise irme de tu lado y hasta el día de hoy es que mis lágrimas caen, al saber que lo único que de mi te queda, son esos muy lejanos recuerdos, ésta carta y aquello que desde el día en que supe que no te volvería a ver, llevo buscando. Una melodía, una que tocaste para mí alguna vez, yo se que no la recuerdas, pero todo este tiempo, la he recordado y la escucho desde aquel día, esperando a entender porque no te vería nunca más. Quizá te enorgullezcas de mi por al menos una cosa, creo que es lo único, después de ti, que he logrado en toda mi vida, sin fracasar. He estudiado por mi cuenta cada uno de los tonos de aquel viejo piano que solías tocar y recordando tu felicidad al improvisar esa melodía que tocaste, termine de recomponer aquella olvidada alegría, logré sentir, que después de tantos años, volví a tu lado. Desde hace dos días es que no puedo dejar de tocar esa hermosa improvisación tuya, ya que es lo único que me mantuvo a tu lado por todos estos años. Después de tanto tiempo de extrañarte, hoy es el día mi amada hija, lamento si aquello que yo poseo como fortuna no tiene valor alguno.

 ¡Hoy que parto, llevo a tus manos mis desprolijas partituras!
Con todo mi amor y toda una vida dedicada a ti
¡Tu siempre fiel padre!

domingo, 6 de julio de 2014

"Ojos Abiertos"

Ojos Abiertos

Si la noche más oscura no alcanzaba para hacer que esa miserable alma se sintiese sola, nada lo haría. En lo lejano se veía un camino, el camino que lo llevaría de por vida, el camino que lo destinaba a un lugar, un lugar en el que su vida se perdería ante la indiferencia que lo rodeaba, lo rodeaba como el océano a un simple pesquero y su barco, un océano sin compasión, que lo atacaba junto a las tormentas de odio con el viento, golpeando el estribor, acompañado de olas que golpeaban con la intención de hundir a este barco y su único tripulante, cual pesquero solo buscaba atrapar aquello que le daría la victoria en eso que bien sabía hacer. Pero este es derrotado a medida que se aleja por el océano de indiferencia, es sumergido poco a poco, queda sofocado, atrapado a cada paso en el fondo de ella, rodeándose y ahogándose así en la pura indiferencia ahí presente, para ver la muerte de aquel miserable sumergiéndose hasta el fondo de ella, por el odio que lo golpea. A medida que se hunde, se acerca mas y mas hasta el final de ese camino, camino que lo traga en aguas y lo hunde, lo mastica para escupirlo a las orillas, de alguno, de los varios los acantilados de Skye, dejando así a este ser, muriendo ahogado en todo ese desperdicio de odio e indiferencia, picado en las rocas de la orilla.
¿Quien mas crudo que el destino? que ni este ser mismo, sabe si está escrito, ó él, tan dolido y tan despreocupado, tan contagiado por la indiferencia, lo escribe a cada paso.
Nunca voltearía para ver que es lo que sucede cuando el se marcha, nada mas… ¡No importa! ¡Ni nunca más importaría!
           
El camino se extendía paso a paso, el dolor dejaba de existir, el llanto se había secado de su rostro al emprender este viaje. Odio, no más que odio hacía hervir su sangre, pero el odio, ya no importaba, es mas, nunca mas volvería a importarle, soltó esa mochila cargada del mismo y corrió alejando su ser de ella. A gritos pedía no tener que volverse a cruzar con ese odio, odio que lo llevo a cometer las obras mas sanguinarias que sus propios ojos podrían haber presenciado, o que siquiera su mente misma podría haber imaginado. Mientras se alejaba en esos gritos, sus ojos se llenaban de ríos de sangre, ríos que fluían y resbalaban en sus manos una vez mas, como si realmente estuviesen ahí, alguna vez lo hicieron, pero no ahora. Su mente deliraba, no podía dejar de ver esa sangre, espesa, casi coagulada, resbalando a mares por sus brazos, mientras que con sus propias manos arrancaba los ojos de aquel cuerpo casi desforme, rasgándole sus pieles, despellejándole sus brazos, posándose de rodillas y piernas abiertas sobre el cuerpo mientras recostaba sus dientes sobre el seno izquierdo y su mano sobre el otro, así, mordiendo una y otra vez el seno de ese cuerpo, cada vez con mas fuerza, hasta arrancar una porción de ellos para masticarlos con el fin de triturar cada porción de carne y piel, mientras que con su mano izquierda presionaba el otro hasta estrujar rastros de sangre. Golpeando con su otra mano y toda su ira la tierra a un lado del cuerpo, como un capricho, lloraba y no gritaba, sino mas bien gruñía lo mas fuerte que podía, presionando la carne entre sus dientes y desgarrando su garganta por dentro, no sabía porqué lo hacía, ya no sabía a quien le arrancaba los ojos y la piel, pero lo estaba haciendo al mismo tiempo que no lo hacía, su mente en shock, por cortos lapsos lo hacía entrar en razón para mostrarle que en sus manos no había tal cosa, que no era mas que el producto de su ya retorcida imaginación combinada con sus recuerdos y sus miedos, miedos causados por el odio que lo rodeaba, el odio que día a día le hacia ver un pedazo crudo de lo que era vivir, un pedazo de la vida que nadie quisiera ver, un pedazo de la vida que no tendría que existir, una porción incapaz de ser digerida por una persona, sin hacer que esta pierda la cabeza.


Era ya muy tarde para el, su mente perdía casi todo rastro de cordura, enloquecía mas y mas, se dejaba hundir por el océano. El camino extenso lo guiaba, el miedo lo empujaba hacía adelante, la indiferencia lo hacía seguir y seguir, sin esperar que alguna vez ese camino terminase. El problema eran los recuerdos, aquellos lo hacían temer cada vez más, lo detenían y hacían que su miedo salga a flote, haciendo que el camino pesara sobre sus pies y piernas. Ese mismo miedo, generaba mas miedos, miedo a fracasar, miedo a tanto andar y no llegar a ningún lugar, a volver a mirar atrás y que el reflejo de lo que fue, le arrancara con sus manos el tesoro que se encomendó asegurar a si mismo y de si mismo, asegurar aquello que todavía era puro, aquello que el no había permitido que se infestara de tanta crudeza, de tanto odio, rencor y miseria, esa era su misión. Pero el océano y las tormentas lo seguían hundiendo en su indiferencia hasta llenarlo de ella poco a poco. El siguió y siguió, mientras que el sabor del salado océano se escurría por su boca y cubría sin dejarle respirar, tapando todo su cuerpo, hundiéndolo en su totalidad, con su barco. El odio que lo rodeo alguna vez, ahora lo sumergía mas y mas en la indiferencia, respirando la indiferencia y hundido en ella, se dejo llevar, sin importar nada mas, hasta que por fin sus ojos, se cerraron.

Huir, eso era lo que necesitaba, huir de todo aquel odio que sus ojos vieron cuando nada parecía estar mal, ese odio lo transformo, ese odio hizo que abriera los ojos, para ver que cada callejón, cada rincón, cada cuarto oscuro, cada metro cuadrado estaba plagado de ese apestoso, pútrido y enfermizo odio. El nada mas tenía que huir y huyo de todo ese odio, mientras que el océano de indiferencia lo tragaba, pero no huyo sin antes tomar la única gota de pureza restante, pureza que nada mas el corazón de una mujer tenía según sus ojos, aquella mujer que el había mutilado, aquélla…, que había sido su verdadero y único amor, y el solo quería salvar esa pureza, el quería salvar a su amor, de este mundo lleno de miseria, lleno de crudeza, lleno de muerte, lleno de odio, odio lleno de odio, odio y más odio, solo odio. El le arranco el corazón, para preservar esa pureza, pero ahora… nada mas, no importa… y nunca mas tendrá importancia alguna.




Autor:


Gabriel Plotnik

martes, 22 de octubre de 2013

¡Herencia!

Un reflejo de lo que voy a ser, es lo que sos.
Carne de tu carne, sangre de tu sangre y parte de tus deseos,
soy aquello que estuvo nueve meses arraizado por dentro tuyo,
diez años agarrado a tu mano y toda una vida arraigado a tu corazón.
Sin esperar que me sueltes.

Mirando mas allá de lo que el espejo me muestra,
Veo la fuerza que me diste, escucho las palabras que me forjaron,
y siento el amor que me entregaste. Aquel que nunca dejaste de dar.
Soy la herencia de tu forma de ser, soy el caballero, al que enseñaste a comer,
Soy quien ausento sus palabras de agradecimiento, hasta saber como expresarlas.

Sí, de tu lado puedo apartarme, puedo estar a kilómetros, 
pero mi corazón no se separa de aquello que ama.

domingo, 6 de octubre de 2013

“Anhelo de un porvenir”

Dando pasos tímidos sobre el escenario, salio dando a conocer su rostro, con un armazón dorado en sus manos. Su mirada parecía mirar con miedo el suelo que sus pies pisaban, miraba solamente a aquellas maderas que iban crujiendo a cada paso que daba, así descubrí su timidez total, por lo menos eso creí descubrir, pero… su mirada repentinamente se elevo en un Do sostenido y sonó toda la escala, para así comenzar con su mirada firme, mirando a la nada que se atravesaba entre el publico y el escenario en el que se encontraba, sus cabellos no parecían moverse, sus labios solo en un abrir y cerrar de ojos soltaban la lengüeta de aquel saxofón, sus dedos eran rayos en miniatura que interactuaban con las llaves, haciendo vivir el ritmo en el ambiente, fue mucho mi asombro al escuchar un ritmo como aquel, que además sonaba tan bien, era tan vivo que revivía las miradas y los oídos de los oyentes, pero no fue mas que calentamiento… ¡Eso fue!

Un silencio predomino pausado sobre el escenario y el público, unos pocos aplausos sonaron y fueron interrumpidos, sus dedos y su aire empezaron a actuar una vez mas en sincronía total, haciendo sonar un conjunto de notas que formaba una muy amena melodía. Insensatez sonaba en ese momento, llevando a mi mente a imaginar un escenario totalmente distinto al que pisaba, en el que solo estaba yo, frente a esa obra de arte con manos, manos que firmemente seguían sosteniendo ese dorado armazón, ese dorado y tan bello saxofón, pero el instrumento era lo que menos me importaba, por mas que esa melodía salía de el, aquel no era nada sin los dedos que pasaban de nota, sin las manos que lo sostenían y sin el aire que emanaba de entre esos labios recubiertos de un rojo sangre, un rojo pasión. En ese momento mis manos tomaron sus manos ya libres, mientras que la melodía todavía sonaba en la atmósfera del momento, atmósfera que solo estaba recubierta del aire que había emanado a través del instrumento y embriagada de un suave humo que bailaba a través de nosotros, dejándonos el perfume de un dulce y muy suave tabaco, la mezcla del perfume y el tabaco, ¡Que mezcla tan bella para la ocasión!
 Un paisaje de noche estrellada, rodeaba la esquina de aquel oscuro bar, en el cual dentro, mis pies se acoplaban al ritmo suave de la melodía, y mi cuerpo al suyo, mientras en manos tenía la presencia de la obra de arte mas bella, que me acompañaba paso a paso en el baile, por un minuto nos movíamos tan quieta y ligeramente como el humo de tabaco en aquel ambiente. Su sonrisa me estaba atrapando, era sigilosa a cada paso y… su sonrisa tanto como el sonar sus pasos, eran muy difícil de hacerse notar, pero allí estaba… haciéndose lucir, maravillando y encantando mis sentidos. El paso y paso de aquel baile era cada vez mas tranquilo, nuestras mejillas estaban cada vez mas… y mas cerca, como a punto de decirnos algo al oído, pero solo el tranquilo respirar se escuchaba, aquel respirar que tranquilizaba mi excitación y despertaba otros sentidos.
El momento, la noche, su sonrisa y cada pieza de esa melodía, hacían parecer esa noche en el bar, una noche tan eterna como el universo mismo, una de sus manos se deslizaba acariciando mi mejilla, diciéndome así, en el silencio de su voz ¡Bésame!, y sin tiempo a pensarlo si quiera una vez… mis labios ya estaban posándose por sobre los suyos, ¡No podía ya pensarlo dos veces! ¿Que sería de mi cuando la suelte? ¿Todo terminaría? Olvidándome de eso y retomando la melodía que seguía y seguía sonando tan tranquila y perfecta, como para endulzar aun mas el bello y apasionado momento.
Su pelo, que se cruzaba en el camino que daba a sus ojos y los míos, no me dejaba ver… no podía ver a los que suponía, unos bellos ojos, la música dejo de sonar y en un movimiento acomoda su cabello y orgullosamente sus ojos se develan, mientras rápidamente se alejan de mi, para situarse ante todos los que quizá no tan tontamente como yo, miraban y escuchaban el arte que se estaba expresando en aquel escenario, esa mirada de simpatía y de rompe corazones me llamaban a bailar una vez mas esa pieza, así como segundos atrás había hecho en mi elevada imaginación. No podía ser que aquella pieza terminase allí, pero si, terminaba en ese momento, aplaudí deseando en cada palmada que esa melodía vuelva a resonar en mis oídos algún día y hacer realidad esa fantasía.

                                                        


Gabriel A. Fernández